03 de agosto de 2014
Octavo Domingo de Pentecostés
¿Servir o predicar?
“Denles ustedes de comer”
En la multiplicación de los panes y la alimentación de los cinco mil, las actitudes entre Jesús y sus discípulos difieren sobre asuntos que, para clérigos y colaboradores en la Iglesia, son de primera importancia. El tema gira en torno a definir cuáles son, básicamente, las necesidades que la Iglesia ha de atender en la vida de la gente.
En esta perspectiva, ¿acaso la Iglesia ha de dedicarse a la explicación de la Palabra y celebrar el culto y la liturgia, o tal vez, ha de crear instituciones y atender las necesidades diarias de la gente en toda su amplitud, siendo así práctica y no teórica, atendiendo donde la “vida”está?
En lo acontecido en el Evangelio, después de que el día se había acabado, mientras Jesús predicaba y curaba, y la gente lo escuchaba y disfrutaba de Sus curaciones y milagros, los discípulos tuvieron que aconsejar a Jesús que despidiera a los presentes para que se fueran a comprar comida.
Tal vez las razones que llevaron a los discípulos a dar este consejo sean numerosas: en primer lugar consideraban al Señor como maestro responsable de la prédica y la proclamación de la Palabra de Dios, y tenían esta misma mirada con ellos mismos, pues eran Sus discípulos. Por ello, no pensaron en alimentar a los cinco mil.
De hecho, muchos de los que sirven en la Iglesia adoptan la misma actitud. Consideran que el servicio de la Iglesia es un sector entre otros, en el cual ella se dedica a predicar y a guiar, tal vez a organizar actividades sociales a través de las cuales se dirige a la conciencia de la feligresía, su pensamiento y actividades. Los mismos argumentan también que los demás sectores, como el Estado y demás instituciones, han de cubrir las otras necesidades del ser humano.
Desde otro punto de vista, clérigos y colaboradores argumentan que la actitud anterior implica que la religión se convierte en solo algo teórico, que las obras son determinantes, y que ellos han de acercarse a la gente donde tienen hambre y necesidades, y por ende, involucrarse en la política, la ciencia y la economía, pues estas forman la esfera de la vida práctica del ser humano. Por lo tanto, la creación de instituciones es la manera de difundir el cristianismo, mientras que la pastoral, en su esencia, es atender a las necesidades del ser humano, abordándolas en forma práctica y no teórica.
Ambos puntos de vista no están exentos aún de alguna excentricidad. Pues los primeros tienden a dar explicaciones e interpretaciones, enseñanzas y mandamientos, y cortan totalmente con la realidad del ser humano en todos sus aspectos.
De todos modos, ¿acaso no hemos de conocer todo asunto relativo a la vida humana para saber cuál es la Palabra de Dios más apropiada para dicha situación? ¿Sirve a un enfermo explicarle un milagro o leerle del libro de Job, más que visitarlo y acompañarlo en el momento de dolor?
¿Acaso el amor no es la esencia de la ley y los profetas, y toda interpretación apunta a explicar una cosa: el amor de Dios? ¿Acaso esto lo explicamos a través de acciones o por medio de relatos? ¿Acaso Jesús no enseñaba como quien tenía autoridad, predicando y curando? ¿Acaso el cristianismo es una escuela bíblica, o es la palabra de Dios profética en la historia que se dirige todos los días a todo ser humano para que pueda caminar en medio de sus sufrimientos y necesidades, en tomar decisiones y plantear estrategias? El asunto para los primeros es definir cuál es la relación entre la religión y el mundo, o la Biblia y la política, o el versículo bíblico y el comercio. El cristianismo no es comercio, ni política, tampoco comercio. Pero, todo lo anterior -la política, la economía, la ciencia y el comercio- se pervierten, sin el cristianismo.
Lo más ridículo sucede cuando la segunda posición se vuelve extrema, al descuidar completamente la Palabra a favor de una inmersión total en el“servicio” y la creación de instituciones, hasta que, después del transcurso de un tiempo, los involucrados se vuelven en políticos, comerciantes y agentes sociales, como si el cristianismo fuera sólo una mera “solución”, o tal vez, debería ser la solución perfecta para la vida humana “aquí”. En base a esto, Jesús no aparece distinto a ningún otro líder espiritual, ni el cristianismo diferente de cualquier partido político que haya surgido en la historia.
La actitud del Señor ajusta las posiciones de los extremistas y abre un camino claro para el servicio en la Iglesia. Él ha dado, primero, “la Palabra”y, luego, “el pan”. Jesús se preocupó de su rebaño en base al amor que abraza todo, pues la vida es indivisible, y la iglesia no puede adoptar una parte del ser humano y dejar la otra a los demás.
Lo más llamativo en la actitud del Señor, no es el hecho de haber ensamblado ambas posiciones y haber adoptado ambas preocupaciones, es decir la palabra y las instituciones, sino que Él ha podido reunir ambas posiciones en una actitud: la eucarística. Pues, sin esta actitud, no hay posibilidad de salir del error de ambas posiciones.
Jesús no sólo abarcó, en su actitud, a todas las necesidades humanas, sino que nos enseñó que cada persona, en todas sus necesidades, está en un movimiento eucarístico hacia Dios. Así, al explicar la Palabra, al construir una escuela, al interpretar una profecía y al hablar en la política, hemos de saber que todo esto tiene que ser de Dios y para Dios.
La Iglesia es la comunidad de los Santos, es decir que es la “asociación”de vida para los que están en esta tierra y los santos en el cielo. Al mismo tiempo, es santa, y santifica a los “asociados”. Si la naturaleza de la Iglesia es una relación como entre santos, entonces, esto se realiza al santificar a la sociedad, y es una responsabilidad que abarca todos los asuntos de la vida.
Hay una presencia de la Palabra en la institución, y la institución interpreta verdaderamente la Palabra. Visitar a los pobres es una interpretación, y la visita no debe estar desprovista de la presencia del Señor, pues todo esto -palabra y obra- es un movimiento en el marco del Reino. No debemos desterrar a Dios de la vida de la gente, haciendo de Él una mera “idea”, tampoco alejarlo de ellos, haciendo de Él un mero“bocadito”. Dios es todo en todo y para todos. Amén.
Homilía de Monseñor Pablo Yazigi, Arzobispo de Alepo
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