17 de diciembre de 2015
MI VIDA EN CRISTO
San Juan de Krondstadt
Desde que el hombre se alejó de Dios, se volvió como un animal, que era antes doméstico
y después se volvió salvaje. Prefiere la oscuridad del bosque, o sea de este mundo, que el lugar
luminoso anterior — el Reino Divino. Se le hizo difícil unirse con Dios, le cuesta de creer en Dios y
lo que Él le ha revelado.
Observando el universo, veo por doquier una extraordinaria amplitud y alegría de la vida
en el mundo animal, entre los cuadrúpedos, aves, reptiles y peces. Surge una pregunta: ¿por qué
entre la gente que trata de vivir piadosamente existen opresión y aflicciones? Si Dios en todas
partes difundió vida, abundancia y mucho espacio. Todas las criaturas, a excepción del hombre,
glorifican al Creador con satisfacción y alegría. ¿No somos acaso, también criaturas de Dios? La
respuesta es fácil; nuestra vida está envenenada por nuestros pecados y por el enemigo invisible.
Sobre todo ataca a la gente que lleva la vida piadosa. Por eso la verdadera vida la vamos a tener
más adelante, en el futuro siglo. Ahí se abrirá toda la felicidad y bienaventuranza. En esta tierra el
hombre es expatriado, exilado y castigado. A veces parece que toda la naturaleza se arma contra
él por sus pecados. Entonces no hay que estar confundido, que por todas partes hay alegría, y
dentro del hombre muchas veces — aflicción. Tenemos un verdugo, que nos castiga siempre por
nuestros pecados. La alegría vendrá, pero no acá, sino en el mundo venidero.
Acordaos, que tenéis personalidad doble: una es corporal, enferma con pasiones, vieja.
Hay que ignorar sus exigencias pecaminosas, extraerlas. Otra — es espiritual, nueva, la que busca
a Cristo, y en Él encuentra la vida y paz. Como hay que despreciar los pedidos de la carne
pecadora, porque su satisfacción es la muerte para el alma; así los pedidos espirituales hay que
practicarlos porque llevan a la vida eterna.
El hombre debe percibir la desventura de su alma y suplicar con celo al Salvador, que lo
salve a él también. No digas: 'Estoy seguro y no hay razón para preocuparse'. He aquí la desgracia,
que tu no ves el peligro. Tu desgracia son tus pecados. El pecado penetró profundamente en mi
ser. Algo malo e impuro fácilmente viene en la mente y recibe respuesta en el corazón, y lo bueno
y santo solamente se piensa, pero no se siente. Lo que es malo, es más cerca al corazón, y si no se
hace, es por temor a Dios o por las circunstancias contrarias. 'Yo sé que en mí, no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien, que quiero, sino el
mal que no quiero, eso hago' (Rom. 7:18-19). Pasa, que el bien planeado se tarda mucho en
cumplir.
La mayoría de la gente voluntariamente lleva en su corazón la pesadez satánica, pero
tanto se acostumbró a ella, que no lo siente. Sucede además, que el enemigo malvado multiplica
esta pesadez, entonces ellos se sienten abatidos, protestan y hasta blasfeman el nombre de Dios.
La gente moderna tiene un medio para disipar esa pesadez interna: recurre a los espectáculos,
fiestas, cartas, bailes, pero el aburrimiento y la angustia vuelven después con fuerza mayor. 'Me
dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas, que no retienen agua' (Jerem.
2:13). Solamente, cuando la gente se vuelve a Dios, de sus corazones se cae la pesadez del pecado
y ellos comienzan a comprender las causas de su insatisfacción y como luchar contra ella.
Que nadie piense que el pecado es algo de poca importancia. No, ¡el pecado es un terrible
mal, que mata el alma! El Salvador dijo: 'Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes' (Mt. 22:13), es lo que va a suceder al pecador en el
futuro siglo. De ahí se ve, que los pecadores van a perder totalmente la libertad de fuerzas
espirituales. Sintiendo la posesión de capacidades espirituales, ellos van a sentirse atados por
fuertes cadenas y incapaces para cualquier bien. Serán prisioneros de sus propios pecados (Prov.
5:22). A esto hay que añadir los sufrimientos por entender tarde, como fueron irrazonables para
enojar al Creador, pues todavía en la vida terrenal el pecado ata y mata el alma. El verdadero fiel
conoce el dolor que oprime su alma después de haber cometido cualquier pecado, y como su
conciencia lo atormenta hasta que no se arrepienta sinceramente de lo cometido. De mi propia
experiencia puedo testimoniar que si una persona va a dormir sin haberse arrepentido de algo
malo hecho durante el día, su conciencia lo va a molestar en el sueño, hasta que no se levante y no
lave el pecado con sus lágrimas. Ahora supongamos que esta persona, atormentada en el sueño
por su pecado, muere inesperadamente. Es claro, que el alma irá atormentada al otro mundo. Y
como después de la muerte no hay arrepentimiento, su alma va a sufrir eternamente, conforme a
sus hechos. De esto testifica la Sagrada Escritura (Mat.25:46; Rom. 2:6, 9; 2 Cor. 5:10 y otros).
|