20 de octubre de 2016
Fiesta del Manto Protector de la Madre de Dios
Un domingo 1 de octubre, durante la celebración de la Vigilia Pernocturna, en que la iglesia estaba repleta de fieles en oración, un Yurodivy (loco a causa de Cristo), llamado Andrés, en la cuarta hora de la noche, elevó sus ojos hacia el cielo y vio acercándose por el aire a nuestra Santísima Señora y Madre de Dios, resplandeciente de luz celestial y rodeada de una asamblea de santos. El Santo Precursor y Bautista Juan y el Santo Apóstol Juan el Teólogo acompañaban a la Reina de los Cielos. Puesta de rodillas, la Santísima Virgen comenzó a orar fervientemente por los cristianos con lágrimas y así permaneció largo tiempo en oración.
La Santísima Señora Madre de Dios, mientras resplandecía, sostenía su velo que relucía más que los rayos del sol. San Andrés conmovido por la visión le preguntó a su discípulo Epifanio que estaba a su lado: “¿Ves tú también, hermano, a la que es Reina y Señora, rogando por todo el mundo?” Epifanio respondió: “La veo, santo padre, y estoy atónito”.
La Siempre Bienaventurada Madre de Dios imploraba al Señor Jesús que aceptara las oraciones de todo el pueblo, que estaba invocando su Santísimo Nombre y que se prohijaba confiadamente a la intercesión de Ella. “Oh Rey Celestial”, decía la Reina Inmaculada, que como una columna etérea estaba de pie en medio de los ángeles, “acepta a todos y cada uno de los que te dirigen su oración e invocan mi Nombre en su ayuda; no permitas que se retiren sin ser escuchados, ni con las manos vacías de delante de mi Presencia”.
Los Santos Andrés y Epifanio, honrados con la visión de la Madre de Dios en oración, “por largo tiempo podían ver el velo protector extendido sobre el pueblo, resplandeciente y con luminosidad del electro, como rayos de la Gloria del Señor; Mientras la Santísima Madre permaneció allí, el velo también era visible; después de su partida también este se volvió invisible, y aunque ella se lo llevó consigo, dejó en su lugar la Gracia por haber estado allí”. En la iglesia de Vlajerna siempre se conservó la memoria de la aparición milagrosa de la Madre de Dios. En el s. XIV, un clérigo y peregrino venido de la Rus’ (*), llamado Alejandro, vio dentro de la iglesia un ícono de la Santísima Madre de Dios orando por el mundo, y representado en él a San Andrés contemplándola.
En el “Prólogo”, un libro *rúsico del S. XII, se encuentra una descripción del establecimiento solemne de la Fiesta que conmemoramos. De hecho, la iglesias dedicadas a la Protección de la Madre de Dios aparecieron en la Rus’ en el S. XII. La representante más acabada y renombrada de este período es sin lugar a dudas, la famosa iglesia de la Protección de la Madre de Dios en el río Nerl’, que fue construida en 1165 por el Príncipe Andréi Bogoliúbsky.
En la Fiesta de la Protección de la Santísima Madre de Dios imploramos la defensa y asistencia de la Reina del Cielo: “Acuérdate de nosotros en tus plegarias, Señora Virgen Madre de Dios, que no perezcamos por el agravamiento de nuestros pecados, protégenos de todo mal y de toda penosa calamidad; porque en ti confiamos, y venerando la fiesta de tu Protección, te engrandecemos”.
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