19 de febrero de 2018
Epístola para la Gran Cuaresma del Metropolitano Vitaly
Amados hijos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero!
La Gran Cuaresma no es grande por ser prolongada, es decir, que dura más de 40 días teniendo en cuenta la Semana Santa, sino porque durante este período nos preparamos para recibir la Santa Pascua. Para recibirla dignamente, es absolutamente imprescindible ayunar. En ese sentido nuestros esfuerzos han flaqueado mucho. Muy pocas personas de la Iglesia Rusa en el Extranjero cumplen las cuaresmas y los días de ayuno, como los miércoles y los viernes, instituidos por la Iglesia. ¡Y eso es tan importante! Pero en la Gran Cuaresma, aún los ortodoxos más empedernidos, indiferentes, fríos para con la Ortodoxia empiezan a pensar en el ayuno. En estos días, esas personas frías para con la Verdad, se esfuerzan de algún modo, aunque más no sea durante la Semana Santa.
Sin ayuno no hay oración. El ayuno no significa pasar hambre: ¡recuerden esto con firmeza! Les repito, no significa hambre sino abstinencia y moderación. Moderación no sólo en la comida, sino en todos los sentimientos, expresiones de nuestra alma, de nuestro corazón y nuestra mente. Y por ello, al prepararnos para la Pascua, debemos ayunar. Ayunar de la manera que nos indica la Santa Iglesia ya que sin cuaresma no lograremos una oración pura y sincera.
Por ello, amados hermanos y hermanas, preparémonos para esta Gran Cuaresma. Tratemos de transitarla de manera tal de recibir la Santa Pascua dignamente. Entonces la Pascua de Resurrección entrará en nuestra alma en la medida en que hayamos purificado nuestra alma con el ayuno. Es por esto que las personas que ayunan sienten la Pascua en toda su plenitud y hermosura. ¡Hasta el sol baila en Pascua!-se escucha de la voz de la fe del pueblo ruso.
La Pascua y la Gran Cuaresma son indivisibles, inseparables. Todos sabemos que el amor es la mayor de las virtudes, y nosotros gastamos esta virtud en nosotros mismos, porque nos complacemos en todo. Significa que el ayuno es en su esencia la expresión de la no complacencia de nuestros deseos, una suerte de falta de amor por uno mismo. De esta manera, no malgastamos el don del amor de Dios y nos hacemos capaces de amar a nuestro prójimo y al mismo Señor.
Es a esta Cuaresma a la que los invito y convoco para que puedan sentir la Pascua de esa manera, dado que la Pascua entrará en nuestra alma en la medida en la que le hayamos hecho lugar por medio del esfuerzo del ayuno.
Metropolitano Vitaly
16/29 de enero de 1999
|