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Iglesia Ortodoxa Rusa en la Argentina - «Alma mí­a, despierta, ¿por qué duermes?»
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04 de marzo de 2020

«Alma mí­a, despierta, ¿por qué duermes?»

Sermón del metropolitano Filareto (Voznesenky)

La Santa Iglesia nos indica que en el Gran canon de arrepentimiento, la parte más importante y central es su kondakio que comienza con las palabras: «Alma mí­a, despierta, ¿por qué duermes? El final se acerca y serás condenada...»

¿Quién dice esto? Lo dice el mismo autor del canon dirigiéndose a sí­ mismo. Y este autor fue el Santo Arzobispo Andrés de Creta, gran Jerarca, uno de los más grandes santos, conocido por su sabidurí­a, vida piadosa y colmada de esfuerzos espirituales. Uno de aquellos a quienes la Iglesia denomina «ángel terrenal y hombre celestial». Él mismo se dice: «Alma mí­a, despierta, ¿por qué duermes?»

Realmente nuestra alma está dormida... En especial ahora, en nuestros tiempos cuando el mundo está asolado por todo tipo de penas, de terribles y pesados sufrimientos - la humanidad está espiritualmente dormida. Por supuesto que se habla mucho sobre estos sufrimientos, problemas bélicos, rebeliones y muchos otros. Nuestro Señor Jesucristo nos lo previno cuando dijo: «Y oiréis guerras, y rumores de guerras: mirad que no os turbéis; porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin» (San Mateo 24:6).

Cuando escuchamos las palabras de este canon penitencial de San Andrés, antes que nada debemos preguntarnos: ¿qué debemos hacer nosotros? Si el ser humano cumpliera los mandamientos de Dios como corresponde, su vida tendrí­a totalmente otro contenido. Por ello es que la Iglesia no propone estas oraciones profundas y penetrantes de la Gran Cuaresma: para que miremos en más profundidad dentro de nuestra alma y veamos qué encontramos allí­. Y lo que vemos es que nuestra alma duerme... ¡Esa es nuestra desgracia y aflicción!

Recordad lo que decimos al rezar la hermosa oración de San Efrén el Sirio: «¡Oh, Señor y Rey, concédeme ver mis propios pecados!» – Y yo no los veo, mi alma se durmió y cayó en un sopor, y por ello, como es de esperar, yo ni siquiera veo esos pecados. ¡¿Cómo entonces me arrepentiré de ellos?!

Por ello es que en estos dí­as, y lo repito, debemos concentrarnos más en nosotros mismos, evaluando nuestra vida y su contenido sólo con la estricta medida evangélica y ninguna otra. Si los cristianos abordan de este modo su esfuerzo espiritual, su arrepentimiento y sus oraciones, entonces, con la ayuda de Dios, podrán hacer una siembra espiritual para su corazón y alma, y así­ el tiempo de arrepentimiento no pasará en vano sino que traerá aquellos frutos que espera Dios de ellos y a los que son llamados por la Iglesia.

Amén.

 
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