24 de marzo de 2021

San Gregorio Palamas

Durante las ya pasadas dos semanas de preparación para la Gran Cuaresma, la Iglesia, citando las palabras de Jesucristo y los ejemplos del Evangelio, nos llamó a mirar con atención la profundidad de nuestra alma y de nuestra vida, para ver qué hay que cambiar y de qué nos debemos arrepentir.

Ahora ya es el momento de una nueva etapa: es el tiempo de la Gran Cuaresma. Durante esta semana y las que vendrán, no escucharemos palabras sobre nosotros, sino sobre los casos en los que la gracia de Dios obró con aquellas personas que supieron arrepentirse, que supieron dirigirse a Dios con todos sus pensamientos, toda su alma, todas sus fuerzas. Pasaran uno tras otro los ejemplos de los santos mujeres y hombres…

Pero hoy, casi en el límite entre estas dos etapas: entre las semanas de preparación y la Cuaresma, está la imagen de San Gregorio Palamas. Y lo que él nos dice es tan importante, tan significativo, que debemos detenernos, porque de las palabras de este Santo podemos entender la gloria, la grandeza, la verdaderamente Divina belleza que vemos en los santos.

El núcleo de las enseñanzas de San Gregorio Palamas consiste en ver que la gracias no es un don creado que Dios nos otorga, quedándose ajeno en relación con ese don. Sobre la base de la experiencia de toda la Iglesia Ortodoxa, sus santos, sus ascetas, en especial los santos y ascetas del Monte Athos, entre los cuales vivió y enseñó, que la gracias es el Mismo Dios, que de alguna maneras nos hace partícipes de su naturaleza Divina, haciéndonos mediante esta participación, dioses por comunión.

Los teólogos occidentales, consideraban que la gracia es sólo un don de Dios y no Dios Mismo que se entrega a nosotros, y con ello afirmaban que el abismo entre Dios y los hombres, entre el Creador y sus criaturas, es infranqueable. Sin importar cuán valiosos sean los dones de Dios, no dejan de ser creados y nos pueden unir con Dios sólo por medio del amor y el agradecimiento. ¡Pero no es así! La experiencia de la Iglesia nos dice que la gracia es el propio Dios que se entrega a nosotros, y que al recibir esta gracia nos hacemos partícipes de la naturaleza Divina…

Cuando con el transcurrir de las semanas de la Gran Cuaresma se nos presenten los ejemplos de los santos, recordemos que ellos no son sólo seres humanos a quienes se les otorgó una mente clara, y la purificación del corazón, sino que ellos son personas que recibieron a Dios en sí mismos, de la misma manera que el hierro puede ser forjado con el fuego, y que se transformaron ya en la tierra, una visión de aquello a lo que somos llamados toda la creación, es decir, cuando Dios sea pleno en todos.

Por ello, alegrémonos por la grandeza de nuestra vocación, regocijémonos porque somos llamados a comulgar verdaderamente con Dios, pero recordemos también que eso puede ocurrir si emprendemos la ascesis de la fe, permanecemos fieles a Dios, nos hacemos ascetas al ejemplo de los santos antiguos que supieron entregar la sangre y recibir el Espíritu. Que Dios nos otorgue la inspiración, las fuerzas y el deseo… y que también nos conceda los frutos. Amén.