19 de julio de 2022
Sermón de San Juan (Maximovich), Arzobispo de Shangai y San Francisco El muy sufriente Zar Nicolás
El Recto Job Muy Sufriente fue la preimagen de Cristo, Quien sufrió y resucitó. Se lo recuerda hoy y su libro se lee durante la Semana Santa, porque el recto Job fue la primera preimagen del Salvador del mundo, Quien sufrió grandemente por nuestros pecados. Al igual que Job, que tenía una gran riqueza y se volvió totalmente pobre, el Hijo de Dios, habiendo dejado Su Trono celestial “se empobreció” al hacerse Hombre igual a nosotros, sufriendo todas las necesidades humanas y sin tener donde apoyar Su cabeza. Como el recto Job sufrió reproches de sus amigos más cercanos, también Cristo sufrió insultos y vituperios de Sus coterráneos y la traición de Judas. Pero del mismo modo que luego de los sufrimientos, el santo profeta Job fue nuevamente coronado con la gloria y riquezas, así el Hijo de Dios resucitó de entre los muertos, subió a Su Trono celestial glorificado por los ángeles y reverenciado en todo el mundo. Como hubo preimágenes de Cristo antes de Su venida a la tierra, así también luego de su descenso al mundo los fieles y creyentes en Él deben ser Su imagen. Cristo mismo dijo en la Mística Cena 'una imagen os he dado (ejemplo), para que como yo he hecho, vosotros también hagáis» (San Juan 13, 15). Y el Santo Apóstol Pablo dice: «Por tanto, os ruego que me imitéis, como yo a Cristo» (I Corintios 4, 16). El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, y toda persona debe manifestar esa semejanza con sus buenas cualidades que reflejan en nosotros la semejanza de Dios. El pecado mancilló la naturaleza y el hombre se tornó incapaz para el verdadero bien al perder la comunicación viva con Dios.
Al encarnarse Cristo, Hijo de Dios, nos mostró nuevamente la Primera Imagen a la cual debemos asemejarnos. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús», escribe el santo apóstol Pablo a los fieles (Filipenses 2, 5). Así se manifestó el Zar Nicolás II en los días de sus tribulaciones como recuerdo vivo de los sufrimientos de Cristo. Fue traicionado por aquellos en quienes él confiaba. Fue abandonado por casi todo su entorno, solo unos pocos lo siguieron a su Gólgota. Las gente, que hasta hacía poco lo recibían y saludaban con entusiasmo, ahora lo injuriaban, aclamando a quienes deseaban su ejecución. Como los amigos de Job, que hasta hacía poco parecían serle fieles pero ahora lo culpaban de crímenes que no cometió. «Crucifícale, crucifícale» se escuchaba por doquier y aquellos que permanecieron fieles no osaban levantar la voz, escondiéndose «por miedo a los judíos». Sin malicia y perdonando a todos también todo lo soportó el Zar-Mártir. «Nací el día de Job, el Muy Sufriente, y a mí también me está predestinado sufrir», decía él mucho antes de sus días de pena y tribulación. Con paciencia y mansedumbre soportaba todo lo que le tocaba y bebió hasta el fondo el cáliz de sus sufrimientos. Como Job, que aún antes hacía mucho bien y más que por sus buenas obras fue glorificado por sus sufrimientos, así también el Zar Nicolás II fue enaltecido en todo el mundo más por sus sufrimientos y la forma magnánima de llevarlos, que por las muchas hazañas gloriosas de su reinado. Después de muchos miles de años manifestó en su persona a Job, antigua preimagen de Cristo, siendo él mismo semejante a Él y quien con Pablo puede decir: «Yo llevo en mi cuerpo las llagas del Señor Jesús» (Gálatas 6, 17). El les mostró todos el ejemplo del cumplimiento del mandamiento de Cristo y recibirá de Él la corona de la Verdad en lugar de la corona del Zar. Cristo, sufriente inocente, no tenía pecado, pero no así el recto Job ni el Mártir Zar Nicolás. Pero quien sufre con Cristo, se glorificará con Él. Sólo el recto Job pudo interceder ante Dios por sus amigos pecadores, y ahora es necesaria y fuerte la oración e intercesión del Mártir Zares por la caída en el pecado y la sufriente Rusia.
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