29 de agosto de 2023
Homilía para la Festividad de la Dormición de la Madre de Dios
Nunca hubo una muerte igual. Sin pena, sino todo lo contrario, anhelando por su Hijo y Dios se durmió la Virgen. Se durmió como lo hace un niño, sin miedo y con confianza, y se trasladó a otro mundo.
Este día, por la alegría que le es propia, lo podemos comparar con la Natividad de Cristo. Y al mismo tiempo reconocemos que si fuéramos puros, moriríamos con la misma facilidad, durmiéndonos como niños, y tal muerte causaría sentimientos de dolor entre nuestros conocidos, pero también se enternecerían. Así es: cuando muere un recto, lloramos por él, pero a nuestro dolor por él se une también el regocijo de su vida y muerte sin mancha. No me atrevo a llamarlos a imitar a la Madre de Dios, pero me atrevo a llamarlos a tomar como ejemplo de vida y muerte del servidor de la Academia quien vivió en un sótano y lloró por sus pequeños pecados antes de su muerte y que murió pronunciando palabras de agradecimiento y amor. ¡Cuán lejos estamos de él! Pero sin importar cuán lejos estemos, debemos morir recordando la misericordia de Dios y no su recompensa.
Siendo niños ya veíamos y escuchábamos a quienes pedían 'un fin cristiano de nuestra vida'. Debemos tomar la decisión de buscar ese fin cristiano. Y si a esto le agregamos el constante agradecimiento a Dios por haber sido llamados, entonces seremos portadores del verdades espíritu por el cual vino Cristo al mundo.
Metropolitano Antonio, Primer Jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero
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