02 de diciembre de 2024
Homilía En El Día De La Presentación De La Santísima Virgen En El Templo
Los datos estadísticos nos demuestran que entre las personas muy longevas, muchos viven en las altas montañas del Cáucaso y de Azerbaiyán y en otras montañas. Aun en nuestros días en algún lugar de Azerbaiyán vive un anciano extraordinario, que ha llegado a cumplir 150 años, y en esa misma zona no son pocos los centenarios.
¿Cómo explicar esta influencia inusual de las altas montañas sobre la longevidad de las personas?
Sin lugar a dudas, en gran medida, influye que los habitantes de las montañas toda su vida respiran aire purísimo y se alimentan, básicamente, de productos lácteos y la carne de ovejas sanas.
Por el contrario, en las grandes urbes, donde la población llega a los millones, las personas respiran un aire insalubre que contiene muchos efluvios de todas las enfermedades contagiosas, y que con frecuencia viven en departamentos y casas, contagiados de las bacterias de la tuberculosis que son muy difíciles de exterminar. Los enormes rascacielos tapan los rayos del sol y la comida de los habitantes de las grandes ciudades es, por supuesto, mucho peor que los alimentos de las personas que viven en las altas montañas.
Por ello, queda muy claro por qué la vida de la población de las grandes ciudades es mucho más corta que la de los habitantes de las montañas y hasta aun que la de los campesinos, que viven en luminosos y sanos pueblos.
Sin embargo, para nosotros no solo es importante la vida del cuerpo, sino que son de suma importancia las condiciones en las que se desarrolla la vida espiritual de los niños, los adolescentes y jóvenes, es importante la influencia de la sociedad que los rodea y en la que crecen. Muchas veces el crecimiento espiritual de los niños y jóvenes de ambos sexos depende exclusivamente del ejemplo de sus padres y otras personas cercanas. Los hijos de los alcohólicos, los ladrones y bandidos mueren moral y espiritualmente, el ejemplo de vida que reciben es más mortal que los bacilos de la tuberculosis y los microbios de todas las enfermedades contagiosas.
Los niños son muy sensibles y todo lo que ven y escuchan a su alrededor deja una profunda huella en sus mentes y corazón.
Todo lo que acabo de decir, aunque tal vez no lo podían expresar con claridad en palabras, lo comprendían muy bien con sus puros corazones los padres de la Santísima Virgen, los rectos Joaquín y Ana y con sabiduría se preocuparon por rodear a su Pequeña Hija de las condiciones más favorables para su educación en la santidad, la pureza y el temor de Dios.
Sin importar lo difícil que fue separarse de aquella la Hijita que Dios les concedió después de décadas de no tener hijos, la llevaron a la Casa de Dios. Allí la recibió el sacerdote Zacarías, futuro padre de San Juan Bautista, y por inspiración Divina se atrevió a realizar algo inaudito – ingresó con la Pequeña no solo al santuario del templo, donde solo entraban los sacerdotes, sino también a la parte más santa del mismo, separada por una pesada cortina y llamada Lugar Santísimo, al que sólo una vez al año podía entrar el sumo sacerdote con la sangre del sacrificio.
Allí otrora se encontraba lo más sagrado – el arca de la Ley, que contenía los rollos recibidos por el gran profeta Moisés en el monte Sinaí, la vara de Aarón que reverdeció y el recipiente con el maná. Su destino final no se conoce con exactitud, lo más probable es que haya desaparecido cuando Nabucodonosor destruyó el primer templo de Jerusalén.
El sacerdote Zacarías le autorizó a la Pequeña Santísima Virgen María de entrar al Lugar Santísimo todos los días para orar a Dios en presencia invisible de los Ángeles. Vivía en un habitación construida fuera pero contigua a la pared de templo. En esas pequeñas habitaciones vivían personas que se habían consagrado a Dios; allí también vivían los infortunados que necesitaban de cuidados. La Santísima Theotokos les sirvió a estos desafortunados todos los días, viviendo entre ellos, les sirvió con sus obras, con su amor.
Por estas obras de misericordia estuvo siempre rodeada del amor de estos apesadumbrados y en ese entorno de amor vivió con ellos 12 años. Cada día Ella rezaba largo tiempo en el templo y allí inspiraba el aroma de oración del numeroso pueblo agradable a Dios y del humo del incienso, que ardía en el incensario del altar.
La atmósfera santa y pura del templo le era igual de beneficiosa a Su crecimiento espiritual, como el purísimo aire de las altas montañas para la salud corporal y longevidad de sus habitantes. No estaba rodeada de hombres con corazones impuros y malvados sino de personas buenas y temerosas de Dios que constituían su entorno, bendecido por Dios.
Dentro de ella crecía la Santa Joven María y florecía como una espléndida flor cuyo aroma fragante se eleva a Dios y al prójimo. En ese lugar recibió todas las cualidades para convertirse más tarde en más Honorable que los Querubines y más Gloriosa que los Serafines.
Queridos míos, amados cristianos, siempre recuerden a los santos rectos Joaquín y Ana, quienes con tanta sabiduría educaron a la Hija que les fue dada por Dios.
Traten de crear para sus hijos condiciones beneficiosas para que crezcan en la santidad, la verdad y el bien.
Que el mismo Señor Jesucristo, Sol de la Verdad, les ayude en esta obra que es de Su beneplácito.
Amén.
1958
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