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25 de diciembre de 2017

Epí­stola de Navidad

Su Eminencia Gregorio, Obispo De San Pablo y América del Sur

“He aquí­ os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (San Lucas 2,10-11).

¡Amados en Cristo, clero y hermanos fieles y amantes de Dios hijos de la Santa Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero!

No existe persona en la tierra que sea ajena a la alegrí­a, que no la busque ni la desee. Pero las alegrí­as terrenales nunca pueden satisfacer plenamente al hombre. Además son pasajeras y con frecuencia mudan al dolor y la pena. Lo que regocija a unos, les causa aflicción a los otros. ¡Pero eso no ocurre con el regocijo espiritual! La cuestión es, ¿dónde buscarlo? ¿Dónde es posible adquirirlo? ¡En Nuestro Señor Dios se encuentra el regocijo del Espí­ritu Santo!

En la noche de la Natividad los propios ángeles les anunciaron a los pastores de Belén una gran alegrí­a y, a través de ellos, a toda la humanidad. ¿Y qué alegrí­a es esta? “Que ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. De tal manera, de la pobre Belén surgió una verdadera alegrí­a para todo el mundo: ¡la Natividad de Cristo!

¿Pero para qué descendió Cristo desde los cielos? “¡Para elevarnos a nosotros a los cielos!”. Por medio del pecado la humanidad perdió el paraí­so. ¡Cristo, con Su Encarnación, la Cruz y Su Resurrección, nos otorga el cielo! “Para que, según la esperanza, seamos herederos de la vida eterna” (Tito 3, 7). “Para que recibamos la vida por Él” (1 San Juan 4,9).

El profeta Isaí­as anunció setecientos años antes el nacimiento sobrenatural: “He aquí­ que una Virgen concebirá y parirá un Hijo, y llamará Su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios” (Isaí­as 7,14 y San Mateo 1,23). “Dios está con nosotros, entended ¿Oh pueblos y someteos! Porque Dios está con nosotros” (Isaí­as 8,9). El canto de esta solemne oración en las ví­speras constituye la particularidad del oficio de esta fiesta. Los versos de esté cántico celebran el triunfo del Reino de Cristo, el Mesí­as, y que las fuerzas hostiles al Reino de Cristo, aunque a veces parecen atemorizadoras, no podrán soportar el dí­a del juicio de Dios. En sus dí­as, el profeta Isaí­as anunció sobre la venida de Emanuel solo a la Casa de David. Ahora no existe lugar donde no se haya predicado sobre nuestro Señor Jesucristo y Su segunda venida.

En aquel tiempo la Casa de David despreció las palabras del Profeta y no abandonó sus planes de alianza con los pueblos paganos y no recibió siquiera al Mesí­as – Jesucristo, el Salvador. Y aun hoy dí­a muchos que dicen pertenecer a la Casa de Dios, ser cristianos, y muchos clérigos, aun los que ocupan altos cargos jerárquicos, y casi todos los gobiernos terrenales, imitando a los apóstatas e idólatras, lejanos a la vida divina, celebran banquetes y acuerdos en nombre del enemigo de Dios y del antiguo destruidor del género humano. ¡Las leyes de Dios son vilipendiadas y el pecado se torna en virtud! Sin temer el juicio de Dios, en nombre del “amor que todo lo perdona” se entregan a diversiones en lugares donde se desprecia la ley de Dios y donde blasfemar no constituye ningún crimen.

En aquel tiempo, aquellos que serví­an a los astros vinieron a venerar a Jesucristo, pero hoy en dí­a, las personas bautizadas en Su nombre participan indiferentemente de actos y banquetes condenables con los portadores de la estrella de cinco puntas, sí­mbolo de la hostilidad contra Nuestro Señor Jesucristo.

“Oí­d en todos los confines de la tierra – ya que Dios está con nosotros. Poderosos del mundo doblegaos, ya que Dios está con nosotros. No temeremos aquello que ustedes temen, no nos perturbaremos, ya que Dios está con nosotros. En él pongo siempre mi esperanza, Él me salvará, ¡ya que Dios está con nosotros!” (Vigilia de Navidad)

En estos santos dí­as, transportémonos mentalmente a Belén, meditemos con toda humildad sobre el amor de Dios por los hombres, procuremos entender el poder absoluto de las Escrituras y con una fe simple como la de los niños, con ferviente amor y con un corazón puro glorifiquemos a Cristo. ¡Entonces la paz de Dios y la alegrí­a en el Espí­ritu Santo reinarán en nuestros corazones!

¡A todos vosotros, amados clérigos, hermanos e hijos espirituales, los felicito deseándoles una feliz Natividad de Nuestro Señor y un próspero año nuevo!

Por la gracia de Dios, humilde

+ Gregor
Obispo de San Pablo y América del Sur
Natividad de Nuestro Señor 2017/2018

 
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