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23 de junio de 2021

Trinidad Unisubstancial e Indivisible

(San Juan, Arzobispo de Shangai y San Francisco)

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una esencia, una naturaleza y una substancia. Por ello es que las Tres Personas son una Trinidad Unisubstancial. Los hombres también tienen una misma esencia y una misma naturaleza.

Pero en tanto que Dios es Trinidad Unisubstancial, los hombres están en constante desunión... El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen un mismo pensamiento, una misma voluntad, un mismo accionar. Lo mismo que desea el Padre, lo desea al Hijo y el Espíritu Santo. Lo mismo que ama el Hijo, lo aman el Padre y el Espíritu Santo. Lo que le es agradable al Espíritu Santo, también lo es al Padre y al Hijo. Sus acciones también son unánimes, todos crean y hacen de manera conjunta y en armonía. Pero no ocurre lo mismo con los hombres. Nosotros tenemos constantes divergencias de ideas, distintos deseos. Ya desde pequeños los niños expresan sus deseos, sus caprichos y desobediencia a sus amantes padres. Cuanto más crece el niño, más se separa de sus padres y, con mucha frecuencia en la actualidad, se torna completamente extraño para ellos. En general, casi no existen opiniones iguales entre los hombres, sino todo lo contrario, se dan permanentes divergencias en todo, enemistades, peleas entre personas, guerras entre pueblos. Adán y Eva estaban en todo de acuerdo y eran unánimes antes de su caída. Pero inmediatamente después de ella, sintieron una distancia, un alejamiento. Justificándose ante Dios, Adán le echa la culpa a Eva.

El pecado los separó y siguió separando al género humano entre sí. Al liberarnos del pecado nos acercamos a Dios, y colmándonos de Su bondad, sentimos nuestra unidad con el prójimo. Esa unidad está lejos de ser perfecta y plena, ya que en cada uno queda una cierta cuota de pecaminosidad. Cuanto más cerca estamos de Dios, más cerca estamos el uno del otro, así como los rayos se juntan cuanto más cerca del sol están. En el Reino de los Cielos habrá unión, mutuo amor, armonía y acuerdo. La Santísima Trinidad es inmutable, perfectísima, unisubstancial e indivisible.

La Trinidad Indivisible siempre sigue siendo la Trinidad, no cambia. El Padre siempre lo es, el Hijo nunca deja de ser el Hijo y el Espíritu Santo nunca cambia. Fuera de Sus Cualidades Personales, todo Les es común y único. Por ello la Santísima Trinidad es Un solo Dios.

«Santo, Santo, Santo» cantamos a Dios. El trisagio, la trina repetición de la palabra «Santo» alaba a la Trinidad e indica que Dios es la Santísima Trinidad. Pero no se puede decir «Santos», ya que Dios es Uno y no tres.

Unas breves palabras para el día del Espíritu Santo

En el Antiguo Testamento hay solo unas indicaciones vagas al Misterio Divino de la Santísima Trinidad. La Santa Biblia dice que antes de la creación del hombre, Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26) lo cual indica que Dios no es una persona. Pero no se menciona cuántas personas hay en Dios y quienes con esos co-creadores del hombre.

En otro lugar, ya con un poco más de claridad, pero solo en la imagen visible de tres Ángeles se revela la Divina Trinidad al Recto Abraham.

En el Nuevo Testamento se revela el misterio de la Santísima Trinidad tres veces: en el Bautismo de Jesucristo, en su Transfiguración y en el descenso del Espíritu Santo.

En el Bautismo se escucha la voz Divina: «Este es mi Hijo muy amado», cuando el Hijo de Dios encarnado, el Dios y Hombre empieza su obra redentora. Allí se ve la gloria de Dios Padre y su regocijo al ver ese gran acto de amor. Dios Hijo está delante del Jordán encarnado como un siervo, y el Dios Espíritu Santo en forma de paloma confirma las palabras del Padre, que testimonian la Divinidad del Hijo que con humildad ha inclinado su cabeza delante de la mano del Bautista.

 
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