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11 de noviembre de 2022

Metropolitano Vitaly: Empero una cosa es necesaria… (San Lucas 10:42)

Las Sagradas Escrituras son el libro de la vida eterna, un libro de dimensiones cósmicas porque es anterior al tiempo y en el tiempo, prehistórico e histórico. Es el libro que contiene todas las soluciones para todos los pueblos, para todas las generaciones. Libro que debería ser de cabecera, no sólo de todos los cristianos, sino en particular, de todos los líderes, de las autoridades de los gobiernos de todos los países del mundo.

La Biblia contiene normas de vida, cómo debemos comportarnos y qué no debemos hacer. No existe pregunta ni problema universal, de todos los tiempos y de todos los siglos, sobre los cuales las Sagradas Escrituras no brinden una respuesta clara y precisa.

Y ahora, cuando todos nosotros, los rusos, en especial en nuestra sufrida Patria, buscamos una salida del callejón sin salida imperante – político, económico, y principalmente espiritual – debemos acudir a las Sagradas Escrituras para tener una clara idea de dónde estamos, a dónde debemos dirigirnos y qué debemos hacer.

Analicemos someramente los períodos de la historia de la humanidad. La primera generación de la humanidad, ya dañada por la caída de Adán y Eva, se multiplicó por toda la tierra y siendo un organismo integral, muy rápidamente se convirtió en juguete de Satanás, que llevó a esta primera generación de la humanidad a un increíble estado de depravación, desenfreno y corrupción total, una caída indescriptible. Al ver este primer mundo, el Señor entendió que la humanidad no era digna ni de vivir ni de respirar tan solo. Y entonces Dios la hundió en el Diluvio Universal.

De Noé, el único recto hombre que quedaba, se restableció la segunda generación humana, que es la que existe hasta el día de hoy. Para que no vuelva a ocurrir la misma tragedia que sufrió el primer género humano, Dios en su infinita sabiduría divina, dividió a toda la humanidad en diversos pueblos con diversas lenguas.

En otras palabras, para que lo podamos comprender mejor, la humanidad es como un barco que en este momento está dividido en compartimentos, para que no se hunda ante un accidente que le provoque un orificio. El agua así puede llenar solo un compartimento dañado y el barco, habiéndose hundido un poco, sigue navegando rumbo a su objetivo.

Esto es lo que hizo Dios con la segunda generación humana.

Ahora ya no le resulta tan fácil al diablo inyectarles a las personas su veneno, para que se propague fácilmente a toda la humanidad.

El género humano recibió el grandísimo don de la palabra. Cada pueblo tiene su lengua. Existen en el mundo miles de idiomas. Y del idioma surge toda la cultura, las costumbres, tradiciones, y hasta las vestimentas y comidas. Cada pueblo tiene sus particularidades.

A través del don de la palabra, Dios ubicó a cada pueblo en la escuela del amor y los llamó a la creatividad. Desde su más temprana infancia cada persona mira y ve una imagen que no olvidará jamás. Siempre amará su iglesia, su pueblo, su ciudad o su calle. Amará su río y su bosque. Esa es la escuela del amor. Porque el hombre que aprende a amar lo suyo, podrá luego amar lo ajeno, a otro pueblo.

Esta es la Providencia Divina para toda la humanidad.

El diablo, fuente de todo mal, tiene la tarea de volver a todo el género humano al estado de la Babilonia antigua.

La esencia de esa Babilonia es destruir los hogares familiares, donde es posible, abolirá la propiedad privada misma, especialmente el hogar en el que nace y muere una persona; en el que todo es dulce a su corazón, en el que se recuerda cada rasguño, cada rincón. Y en cambio, reubicará a todos en departamentos en rascacielos, en los que los ochocientos departamentos son aburridamente iguales.

Satanás, el mal más antiguo, inspira a las personas no protegidas por la gracia del Espíritu Santo a construir casas cúbicas sin la menor creatividad arquitectónica; les hace escuchar en cacofonía o decacofonía algo especial, cosquilleante, embriagador, y con esta música logra que las personas evoquen sus más bajos sentimientos e instintos. Esta nivelación general, el mal gusto, llegó incluso a nuestra comida, en la que reina la comida industrial, de producción masiva.

He aquí la razón por la que todo internacional, el primero, segundo, tercero, todo ecumenismo y socialismo no provienen de Dios. He aquí de dónde proviene el odio hacia todo lo Divino, a la belleza misma.

En el contexto de todo lo que se ha dicho, pasemos ahora a la tragedia de nuestro gran pueblo ruso y cómo, con la ayuda de las Sagradas Escrituras, podemos salir de este terrible callejón sin salida. ¿Qué debemos hacer?

Existe una clara rusofobia. Que existe no solo en las llanuras de nuestra Patria, sino también en el extranjero.

¿Por qué no hay italofobia, francofobia, anglofobia, sino solo rusofobia? ¿Cuál es la esencia de la rusofobia?

Este es un odio disfrazado casi universal hacia Cristo, que habita en el corazón del pueblo ruso. Nos parece que casi ninguna nación ha sido capaz de percibir tan profundamente la Santa Ortodoxia. El espíritu de la verdadera Iglesia de Cristo ha entrado en todos los ámbitos las circunvoluciones de nuestra cultura. UN VERDADERO REAL RUSO es ortodoxo, no solo en la iglesia, sino también en la calle y dondequiera que viva, trabaje, piense y sienta.

A eso se dirige este odio: a Cristo. Esto no es rusofobia, sino cristofobia, descarada, insolente, pegajosa y obstinada.

Desde el punto de vista terrenal, lógico, humano - el pueblo ruso está en una situación sin salida. Y esto no ocurrió sin la intervención de la Providencia Divina... Por lo visto, es hora de que dirijamos todas nuestras miradas al Cielo y que pidamos a Dios perdón y ayuda.

'Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, ¡oh, Dios! Con Tu gracia'.

Yo, como Primer Jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero me dirijo a todas las personas rusas y les propongo lo siguiente: volver a la Iglesia, purificar el paganismo en nuestra vida diaria, amar nuestra Patria, nuestra cultura, nuestras tradiciones sin prestarle la menor importancia a las calumnias que sin lugar a dudas nos sobrevendrán. Nos llamarán oscurantistas, fascistas, nazis. Todos pueden amar a su patria, pero nosotros, según nuestros enemigos, no tenemos derecho a hacerlo.

Pídanle ayuda a Dios y, si el Señor protegió a su pueblo elegido en el Antiguo Testamento que llevaba en sus entrañas a los antepasados de la Madre de Dios (de Quien nació nuestro Salvador en la carne), enviando a Su ángel que puso a 170.000 soldados asirios a dormir con el sueño eterno, el Señor todavía es fuerte en nuestros días para aplastar a los enemigos del pueblo ortodoxo, quitándoles el corazón para el mal.

El Señor es el Soberano de los corazones humanos. Cuando dos ejércitos se enfrentan y están listos para pelear, siempre gana el ejército al cual el Señor le da el corazón para ganar. El ejército derrotado es aquel al que el Señor le quita el corazón para la victoria. Aquí es donde radica la esencia de todo éxito humano en la tierra. Sin embargo, debemos ser dignos de tal victoria de Dios y no condenar a nadie, dejar de odiar, porque nosotros mismos estamos llenos de pecados, pasiones y toda clase de injusticias.

Enderézate pueblo ruso, deja de lado todo miedo, persígnate con una cruz amplia, persígnate a menudo, por la mañana y por la noche, y cuando sea posible, con una oración: '¡Señor, perdóname! ¡Señor, ten piedad de mí!'

Y Dios oirá nuestro clamor.

Sólo en esto veo nuestra única esperanza y salvación.

'¡Dios está con nosotros, escuchad pueblos todos y sometéos, Ya que Dios está con nosotros!'.

Аmén.

Metropolitano Vitaly (Ustinov).
Sermón pronunciado en el congreso del clero en Cleveland, el martes 23 de sept./ 6 de oct. de 1992

 
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